martes, 22 de julio de 2014

El tiempo y sus fracciones.


Cada cierto tiempo consulto un blog, para mi indispensable,  donde encuentro con frecuencia reflexiones muy interesantes y válidas para la integración de la atención plena en la vida diaria. 

Hoy entre las muchas entradas, un denominador común fue el tiempo. En un día hay 24 horas, o sea 1440 minutos o 86.400 segundos (elige la fracción que mejor te parezca). Aunque la elección que acabas de realizar sea irrelevante, esa fracción elegida expresa el tiempo en el que dices "vivir".


En todo ese espacio "limitado" transcurre un sinfín de sucesos a los que reaccionas sin más, acciones por lo general rápidas e irreflexivas, para poder hacer aquello otro que de verdad quieres hacer, acciones por otra parte que apenas llevamos a cabo, porque al final no hay tiempo para ello. Y digo "llevamos" porque no sólo a ti te pasa esto, nos suele pasar a casi todos. 

Desde bien pequeños, para celebrar que vamos creciendo, se nos agasaja con el regalo más habitual, UN RELOJ (antes de la era tecnológica en que se sustituye dicha herramienta por otras de índole más versátil, móviles, tabletas, pc´s... etc). Aquel aparato, como también éstos, a nuestro servicio, cumplen un objetivo común: medir el tiempo, pero en ningún caso nos sirven para elegir lo que hacemos en él, para eso sirve otro instrumento, también de medición, que casi nunca se regala, LA BRÚJULA, el aparato que indica la dirección a seguir para llegar a un norte. 

El cóctel resultante, cuyo ingrediente principal es el tiempo, se compone también de otros ingredientes secundarios, tales como las decisiones sobre qué se va a hacer en la vida, o cómo ganárnosla, sin conocer previamente la brújula y, por último, los resultados obtenidos en el pasado. Este cóctel conforma el núcleo de muchos de los males más habituales en occidente, a los que nombramos de mil formas diferentes, pero que resumimos en una sola palabra, porque también es más fácil buscar una solución a un problema que a muchos interrelacionados, y esa palabra es ESTRÉS.

El estrés en nuestras vidas es tan habitual que pensamos que a fuerza de nombrarlo y normalizarlo resolverá eso que nos pasa, porque ya conocemos que le pasa también a los demás. Pero no, el estrés no se soluciona cuando se visibiliza, se empieza a solucionar cuando comenzamos a ser conscientes del nivel en el que nos afecta. 

Una gota de conciencia es un instante, una pequeñísima fracción de tiempo, es suficiente para saber que algo está ocurriendo y que lo estamos presenciando porque nuestra atención está en ello. Nos basta y nos sobra para saber en qué realmente invertimos nuestro tiempo, en dónde se está situando nuestra vida. Es entonces cuando podemos elegir qué hay que hacer durante 86.400 segundos, o sea 1440 minutos, o 24 horas y no limitarnos, en cambio, a saber simplemente qué pasa ahí, en esas fracciones de tiempo. 

Nuestra vida deja de ser un relato de cosas que nos pasan para convertirse en un relato de las cosas que elegimos hacer. Con cada vez más frecuencia se nos habla de que la emoción comienza a complementar a la razón en lugar de competir con ella. De alguna forma la racionalidad de medir unidades de tiempo está dando paso a la calidad que hacemos residir en cada unidad. 

Próximamente impartiré un curso (MBSR) donde hablaré de la atención plena (mindfulness), de la conciencia y la consciencia, junto al estrés y la gestión del tiempo. Trataré de establecer las interrelaciones de todos estos conceptos y de su trascendencia en eso que llamamos felicidad y que la medicina moderna se empeña en llamar salud.

Este curso está dirigido no sólo a quienes padecen de estrés, o sus enfermedades somáticas, sino también a personas que crean tener salud y deseen conservarla o simplemente elegir cómo poder dirigir sus vidas sin que el reloj les robe el protagonismo, aunque inevitablemente, el tiempo sea el actor secundario de este teatro en el que a diario se representan muchas obras.

Asumiremos pues el protagonismo de nuestra vida, conoceremos a ese actor/actriz que nos suplanta, nuestro EGO, y aprenderemos a no sentirnos ofendidos/as tan a menudo, a liberarnos de la necesidad de ganar siempre, de tener razón, de creernos superiores, de querer tener más, de identificarnos con nuestros logros, y liberarnos en suma de nuestra propia fama. Si quieres saber lo insolente y pretencioso que es el ego solo tienes que mirar, en este simpático vídeo, cómo actúa ante su maestro.  


Nota: Entendemos como maestro a "cualquier dificultad u obstáculo en la vida", ampliamos así el significado de esta palabra, pues no sólo alguien avezado puede hacernos  aprender. 

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